Friedrich Lorenz
1897-1944
Unió sus "pobres gotas de sangre"
a la Sangre redentora de J. C.
Hünfeld, 3 de noviembre de 1947. Una procesión fúnebre se dirige al cementerio oblato. Un escolástico lleva una urna con las cenizas del P. Friedrich Lorenz. Pero, ¿serán de verdad las suyas? Tras la muerte injusta que sufrió, con la violación más absoluta de los derechos humanos, en contra de la dignidad de la persona, era para dudarlo.
Sin embargo un documento de defunción, firmado por el Alcalde de Gertauden, certificaba su autenticidad. Por otra parte, el P. Morsbach, Capellán Católico de la prisión militar, escribiría (01.09.1947): Yo le había prometido, antes de su muerte, que le daría cristiana sepultura conforme al rito de la Iglesia Católica. Así lo hice. No olvidaré jamás el rostro tan resplandeciente y lleno de valentía del P. Lorenz al final de su vida. Sus últimas palabras en la tierra fueron un feliz: “Nos veremos de nuevo en el Cielo”.
QUIÉN FUE EL P. LORENZ
Friedich era hijo del cartero de Keil Freden que repartía el correo diariamente desde Winzerburg hasta Lamspring. Mientras el señor Lorenz estaba haciendo ese recorrido el 10 de junio de 1897 nació su hijo Friedrich.
En 1902 la familia Lorenz se traslada a Hildesheim y se instalan al lado de la parroquia de San Bernardo. Friedrich tenía 5 años. Poco después se suma al coro de monaguillos.
Dos neo-sacerdotes hermanos, los padres Rudolf y José Knackstedt, en 1908 y 1911 respectivamente, celebraron su primera Misa en la parroquia. Fue un acontecimiento maravilloso para los monaguillos. Todos querían ser Oblatos como ellos. Cinco ingresaron en el colegio-seminario de San Carlos; pero solamente Friedrich perseveró y comenzó el noviciado en St. Gerlach el 14 de agosto de 1916.
Tuvo que interrumpirlo, porque, habiendo estallado la primera Guera Mundial, el 21 de septiembre de ese mismo año fue llamado a filas. Era la víspera de las sangrientas batallas de Verdun y Somme. Lo envían al frente y es herido en dos ocasiones. Obtuvo los grados de soldado de primera y cabo. Fue condecorado con la Cruz de Hierro. En el juicio previo a su decapitación se supo que en 1918 no fue incluido en la lista de candidatos a oficiales, sólo por ser teólogo de origen humilde.
VUELTA A LOS OBLATOS
La experiencia bélica no malogró su vocación. Reanudó el noviciado en Engelport e hizo su primera oblación el 20 de julio de 1920. Prosigue sus estudios de teología en Hünfeld y fue ordenado sacerdote el 6 de julio de 1924.
Al año siguiente se incorpora a la comunidad oblata de Nikolauskloter, dedicada a dar misiones por la baja Renania. Su escuela de predicación siguió el lema de los veteranos: “Lánzalo al agua y aprenderá a nadar”. Pasará luego a Stettin, en la región noroeste de Alemania, ahora perteneciente a Polonia. Los católicos eran minoría.
Tras los “dorados años veinte”, llega la crisis económica, el pueblo sufre por falta de trabajo. Aumenta el radicalismo de los obreros que “hacían cola en las calles con mirada dura y corazón frío”, como escribió un sacerdote.
Fue por entonces cuando el país vio surgir el “Tercer Reich”. La antigua mayoría roja (comunistas y socialistas) se convierten en nazis agresivos y fanáticos, no tanto por convicción, sino debido a la miseria. Lo que la masa buscaba era trabajo y pan, y el Reich se lo prometía.
LA GUERRA OTRA VEZ
La situación alemana se deteriora. El 14 de agosto de 1937 el Superior Provincial de los Oblatos recibe una carta, “asunto secreto”, en la que se decía: “En caso de guerra, el P. Freidrich Lorenz tendrá que prestar sus servicios como capellán de división. Háganos saber su consentimiento. Se pedirá igualmente el consentimiento del Obispo de Berlín”. Éste ya lo había dado. Al Provincial no le quedaba otra alternativa.
De día en día la provocación política de los Nazis se convierte en militar y conduce inevitablemente a la locura de una segunda guerra. El 26 de agosto de 1939 el P. Lorenz fue enrolado como capellán militar de una división de infantería. El “fanático pacifista”, como le llamaba un compañero Oblato, se encontró convertido de la noche a la mañana en soldado. Aceptó casi voluntariamente ese puesto a fin de poder prestar sus servicios sacerdotales a los soldados, evitando así que por lo menos no le obligaran a empuñar las armas. Meses más tarde, su general aseguraba que el P. Lorenz había ido más allá de su estricto deber y lo propuso para una condecoración.
ANTE TODO, SACERDOTE
Efectivamente, el P. Lorenz había hecho mucho más de lo que exigía su deber, aunque en sentido muy distinto de como lo entendía el general. Un sacerdote polaco dejó escrito que cuando las tropas alemanas ocuparon Polonia, el Padre prestó valiosos y arriesgados servicios a favor de sacerdotes polacos.
Un testigo dejó escrito: “Tener contacto con la población polaca, especialmente con los sacerdotes, era peligroso para él. Les daba ánimos, los prevenía y asesoraba cómo debían tratar a las autoridades alemanas. Animaba a los párrocos a permanecer al lado de sus feligreses como buenos pastores, para compartir sus sufrimientos hasta enfrentarse incluso con la muerte. Los sufrimientos de los sacerdotes perseguidos por las SS y las SA pesaban duramente sobre su corazón (…). Muchos fueron los sacerdotes polacos que él preparó para la ejecución capital, cuando ya no se podía hacer nada más por ellos. Me parecía que la Divina Providencia lo había escogido para este ministerio, cual otro S. Vicente de Paúl, en nuestra diócesis de Chelmo, particularmente afectada”.
Siempre que le era posible, se acercaba a la casa provincial para rezar y convivir con sus hermanos Oblatos. Les contaba las dificultades con que topaba para ejercer el ministerio. No se quedaba más de una hora para evitar sospechas.
CAMINO DEL CALVARIO
Por entonces, nada de esto trascendió. Había transmitido incluso noticias sobre hechos que los nazis trataban de ocultar. Si la Gestapo (policía secreta) se hubiera enterado, entonces mismo lo hubieran eliminado.
En 1940 es relevado, al igual que todos los religiosos, de su grado de oficial y queda libre para el ministerio civil. Reanuda el trabajo pastoral entre los obreros de la zona de Stettin. Se reúne con algunos íntimos en la parroquia, entre ellos el P. Herbert Simoleit y un monseñor austriaco, Carl Lampert, que había sido liberado del campo de concentración de Dachau, gracias a la intervención del Obispo de Berlín.
Nadie entre ellos sospechaba que la Gestapo estaba preparando un golpe para aplastar al clero de Stettin. Para localizarlos, se sirvieron de un tal “Sr. Hagen”, austriaco, de 26 años, que se presentó en la casa parroquial como ingeniero de la fábrica de armas, y dijo que deseaba incorporarse a un grupo de católicos. Como prueba, presentó una carta de recomendación de su antiguo párroco de Graz. En realidad era un espía…
Parece que la Gestapo, al seguir esta pista, sólo estaba interesada por Mons. Lampert. Pero descubren el “Grupo de Simoleit” conocido como “Grupo de los Miércoles”, día de la reunión, y lanzan un ataque por sorpresa a las 11 de la noche del 4 de febrero de 1943. Fueron arrestadas 40 personas.
LA CÁRCEL
El trato que recibieron los prisioneros era el característico de las SS y la Gestapo. Durante 10 meses, interrogatorios interminables, acompañados de intimidaciones, amenazas y torturas. Semanas y semanas de constante ansiedad, sin ninguna esperanza. No había acusaciones concretas, ni un proceso escrito. Si formulaban una pregunta, se les contestaba con un golpe.
Durante el juicio de Torgau el presidente elogió al “Sr. Hagen por haber conseguido que los prisioneros manifestaran su “espíritu criminal y su traición”. Se les acusaba de tres cosas: de haber escuchado la radio enemiga; de haber criticado la situación política y militar; de haber cometido alta traición por tener contacto con extranjeros”.
El P. Lorenz admitió haber escuchado ocasionalmente la radio inglesa; pero rechazó formalmente como falsas las otras acusaciones. Mantuvo su negativa incluso tras ser torturado. Que fue torturado es evidente, por la sangre que se encontró en su ropa.
El 6 de diciembre de 1943, los tres sacerdotes, Lampert, Simoleit y Lorenz, fueron trasladados a una prisión militar, a la espera del juicio, que se retrasaba, porque en el Grupo de los Miércoles había también militares que disentían con el nazismo.
El 24 de julio de 1944 se celebró por fin el juicio contra los tres acusados principales. Se hizo todo lo posible por llevarlo en secreto. Sin embargo tenemos buena información, pues el P. Lorenz escribía todo lo que recordaba acerca de los cargos y réplicas del juicio y estas notas se conservan en los archivos oblatos, pues las entregaron, sin darse cuenta, al Superior de la casa, después de la ejecución, junto con sus cartas y pertenencias.
LA SENTENCIA
El 28 de julio, a las 11 de la mañana, se pronunció la sentencia: decapitación. Todas estas acusaciones, en las actuales circunstancias, son crímenes que merecen la pena capital.
El juez del tribunal, Werner Lueben, rehusaba obedecer las instrucciones de la Oficina Nazi de Seguridad para pronunciar la sentencia capital contra los tres sacerdotes, pues lo consideraba un “asesinato judicial”.
Que fueron víctimas de ese asesinato judicial queda claro por el incidente que tuvo lugar en el juicio. El fiscal trató a los tres sacerdotes de criminales, escoria de la sociedad e inadaptados sociales. Cuando tal acusación llegaba al culmen de los insultos, el juez presidente, sumamente airado, se puso de pie y a voz en grito dijo: “Éste no es un caso de criminales o elementos insociables. La única tragedia es que son sacerdotes católicos”. Ese juez se suicidó, desesperado, esa misma noche.
La muerte de los tres sacerdotes se encuadra en la estrategia nazi que se decretó en un discurso contra la Iglesia, los cerdotes y religiosos (01.05.1937): “No haremos mártires, haremos criminales”.
Tres horas antes de morir, el P. Lorenz escribió este
TESTAMENTO
¡Que se haga la voluntad de Dios! Fue su voluntad que mi vida no durara más de 48 años y que no sea sacerdote más de 20. Encomiendo mi alma a la misericordia y al amor de Dios. Devuelvo mi cuerpo a la tierra de donde salió. La sangre fue derramada en la cruz. La sangre es derramada en los altares, cuando renovamos el sacrificio de la cruz. A esa sangre uno mis pobres gotas de sangre en adoración, honor y glorificación a Dios a quien yo he servido; como agradecimiento por todos las gracias y beneficios recibidos, especialmente la gracia de haber nacido, del santo bautismo, de mi primera comunión, de mi oblación y mi ordenación; en expiación por mis pecados y los del mundo entero, en particular por los pecados que yo no he impedido, o de los que yo soy responsable; en oración de petición por cuantos yo amo y por mis seres queridos. Muero como sacerdote católico y como Oblato de María Inmaculada. ¡En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén! ¡Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada. Amén!
P. Friedrich Lorenz, Halle/Saale, 13 de noviembre de 1944, 4.00 horas p.m.
Su causa de Canonización como presunto Mártir de la fe aún no se ha inciado
PARA SABER MÁS:
UN VIACRUCIS DEL SIGLO XX, Friedrich Lorenz OMI, Alfons Schrodi, Herencia Oblata, Postulación General, 1992. En francés, inglés y español. Éste último, editado por los Oblatos de México.
Hünfeld, Alemania.
iglesia de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, St. Bonifatiuskloster.
En el cementerio cotiguo se encuentra la tumba del
P. Lorenz, O.M.I.(foto superior)